Lista de puntos
Te aconsejo que intentes alguna vez volver… al comienzo de tu “primera conversión”, cosa que, si no es hacerse como niños, se le parece mucho: en la vida espiritual, hay que dejarse llevar con entera confianza, sin miedos ni dobleces; hay que hablar con absoluta claridad de lo que se tiene en la cabeza y en el alma.
¡Cómo vas a salir de ese estado de tibieza, de lamentable languidez, si no pones los medios! Luchas muy poco y, cuando te esfuerzas, lo haces como por rabieta y con desazón, casi con deseo de que tus débiles esfuerzos no produzcan efecto, para así autojustificarte: para no exigirte y para que no te exijan más.
—Estás cumpliendo tu voluntad; no la de Dios. Mientras no cambies, en serio, ni serás feliz, ni conseguirás la paz que ahora te falta.
—Humíllate delante de Dios, y procura querer de veras.
«Nunc coepi!» —¡ahora comienzo!: es el grito del alma enamorada que, en cada instante, tanto si ha sido fiel como si le ha faltado generosidad, renueva su deseo de servir —¡de amar!— con lealtad enteriza a nuestro Dios.
Conviértete ahora, cuando aún te sientes joven… ¡Qué difícil es rectificar cuando ha envejecido el alma!
A la conversión se sube por la humildad, por caminos de abajarse.
“Usted me dijo que se puede llegar a ser «otro» San Agustín, después de mi pasado. No lo dudo, y hoy más que ayer quiero tratar de comprobarlo”.
Pero has de cortar valientemente y de raíz, como el santo obispo de Hipona.
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/book-subject/surco/80/ (07/05/2024)