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Hay 15 puntos en «Surco» cuya materia es Actividades temporales .

El mundo nos espera. ¡Sí!, amamos apasionadamente este mundo porque Dios así nos lo ha enseñado: «sic Deus dilexit mundum…» —así Dios amó al mundo; y porque es el lugar de nuestro campo de batalla —una hermosísima guerra de caridad—, para que todos alcancemos la paz que Cristo ha venido a instaurar.

El Señor ha tenido esta finura de Amor con nosotros: permitirnos que le conquistemos la tierra.

El —¡tan humilde siempre!— quiso limitarse a convertirlo en posible… A nosotros nos ha concedido la parte más hacedera y agradable: la de la acción y la del triunfo.

El mundo… —“¡Esto es lo nuestro!”… —Y lo afirmas, después de poner la mirada y la cabeza en el cielo, con la seguridad del labriego que camina soberano por su propia mies: «regnare Christum volumus!» —¡queremos que El reine sobre esta tierra suya!

“Es tiempo de esperanza, y vivo de este tesoro. No es una frase, Padre —me dices—, es una realidad”.

Entonces…, el mundo entero, todos los valores humanos que te atraen con una fuerza enorme —amistad, arte, ciencia, filosofía, teología, deporte, naturaleza, cultura, almas…—, todo eso deposítalo en la esperanza: en la esperanza de Cristo.

Ese encanto inconcreto y placentero del mundo…, tan constante. Las flores del camino —te atraen sus colores y sus aromas…—; las aves del cielo; las criaturas todas…

—¡Pobre hijo mío!: es razonable. De otro modo, si no te fascinaran, ¿qué sacrificio ibas a ofrecer a Nuestro Señor?

Tu vocación de cristiano te pide estar en Dios y, a la vez, ocuparte de las cosas de la tierra, empleándolas objetivamente tal como son: para devolverlas a El.

¡Parece mentira que se pueda ser tan feliz en este mundo donde muchos se empeñan en vivir tristes, porque corren tras su egoísmo, como si todo se acabara aquí abajo!

—No me seas tú de ésos…, ¡rectifica en cada instante!

El mundo está frío, hace efecto de dormido. —Muchas veces, desde tu observatorio, lo contemplas con mirada incendiaria. ¡Que despierte, Señor!

—Encauza tus impaciencias con la seguridad de que, si sabemos quemar bien nuestra vida, prenderemos fuego en todos los rincones…, y cambiará el panorama.

La fidelidad —el servicio a Dios y a las almas—, que te pido siempre, no es el entusiasmo fácil, sino el otro: el que se conquista por la calle, al ver lo mucho que hay que hacer en todas partes.

El buen hijo de Dios ha de ser muy humano. Pero no tanto que degenere en chabacano y mal educado.

Es difícil gritar al oído de cada uno con un trabajo silencioso, a través del buen cumplimiento de nuestras obligaciones de ciudadanos, para luego exigir nuestros derechos y ponerlos al servicio de la Iglesia y de la sociedad.

Es difícil…, pero es muy eficaz.

No es verdad que haya oposición entre ser buen católico y servir fielmente a la sociedad civil. Como no tienen por qué chocar la Iglesia y el Estado, en el ejercicio legítimo de su autoridad respectiva, cara a la misión que Dios les ha con fiado.

Mienten —¡así: mienten!— los que afirman lo contrario. Son los mismos que, en aras de una falsa libertad, querrían “amablemente” que los católicos volviéramos a las catacumbas.

Para seguir las huellas de Cristo, el apóstol de hoy no viene a reformar nada, ni mucho menos a desentenderse de la realidad histórica que le rodea… —Le basta actuar como los primeros cristianos, vivificando el ambiente.

Tú, que vives en medio del mundo, que eres un ciudadano más, en contacto con hombres que dicen ser buenos o ser malos…; tú, has de sentir el deseo constante de dar a la gente la alegría de que gozas, por ser cristiano.

Se ha promulgado un edicto de César Augusto, que manda empadronarse a todos los habitantes de Israel. Caminan María y José hacia Belén… —¿No has pensado que el Señor se sirvió del acatamiento puntual a una ley, para dar cumplimiento a su profecía?

Ama y respeta las normas de una convivencia honrada, y no dudes de que tu sumisión leal al deber será, también, vehículo para que otros descubran la honradez cristiana, fruto del amor divino, y encuentren a Dios.

Referencias a la Sagrada Escritura
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