Lista de puntos
Es difícil gritar al oído de cada uno con un trabajo silencioso, a través del buen cumplimiento de nuestras obligaciones de ciudadanos, para luego exigir nuestros derechos y ponerlos al servicio de la Iglesia y de la sociedad.
Es difícil…, pero es muy eficaz.
No podemos cruzarnos de brazos, cuando una sutil persecución condena a la Iglesia a morir de inedia, relegándola fuera de la vida pública y, sobre todo, impidiéndole intervenir en la educación, en la cultura, en la vida familiar.
No son derechos nuestros: son de Dios, y a nosotros, los católicos, El los ha confiado…, ¡para que los ejercitemos!
Se ha promulgado un edicto de César Augusto, que manda empadronarse a todos los habitantes de Israel. Caminan María y José hacia Belén… —¿No has pensado que el Señor se sirvió del acatamiento puntual a una ley, para dar cumplimiento a su profecía?
Ama y respeta las normas de una convivencia honrada, y no dudes de que tu sumisión leal al deber será, también, vehículo para que otros descubran la honradez cristiana, fruto del amor divino, y encuentren a Dios.
No ambiciones más que un solo derecho: el de cumplir tu deber.
Sería lamentable que alguno concluyera, al ver desenvolverse a los católicos en la vida social, que se mueven con encogimiento y capitidisminución.
No cabe olvidar que nuestro Maestro era —¡es!— «perfectus Homo» —perfecto Hombre.
Para quitar importancia a la labor de otro, susurraste: no ha hecho más que cumplir con su deber.
Y yo añadí: —¿te parece poco?… Por cumplir nuestro deber nos da el Señor la felicidad del Cielo: «euge serve bone et fidelis… intra in gaudium Domini tui» —muy bien, siervo bueno y fiel, ¡entra en el gozo eterno!
¿Que si has de mantenerte silencioso e inactivo?… —Ante la agresión injusta a la ley justa, ¡no!
Te sentirás plenamente responsable cuando comprendas que, cara a Dios, sólo tienes deberes. ¡Ya se encarga El de concederte derechos!
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/book-subject/surco/98/ (05/05/2024)