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Y habéis venido decididos a dejaros formar, a dejaros preparar. Esa formación, mientras hará que vuestra personalidad –la de cada uno– se mejore con sus características particulares, os dará ese común denominador,esta sangre de nuestra familia sobrenatural, que es la misma para todos. Pero si hemos de lograr esto, tú, hijo mío –porque hablo para ti solo–, tienes que estar dispuesto a ponerte en manos de los Directores como se pone el barro en manos del alfarero. Y te dejarás hacer y deshacer, y cortar, y bruñir. Si hasta ahora no hubiera sido así, es éste el momento de rectificar, de decir al Señor que te abandonas en Él con la docilidad con que un pedazo de lodo deja hacer a los dedos del artesano.

Mientras yo hablo –Jesús nos preside desde el Sagrario, como presidía a los primeros Doce–, tú haces tu oración, y vas preparando unos propósitos concretos, que hagan realidad el gran propósito tuyo del amor. Hay momentos difíciles en la vida, en los que viene muy bien ese propósito concreto, aunque yo he repetido tantas veces que en muchas ocasiones no hacen falta. ¿Qué propósito concreto hacía mi madre para tratarme con tanto cariño? Me quería tanto, que no lo necesitaba. Pero a ti, ahora, te hace falta, y por eso te digo que hagas un propósito concreto: ¡Señor, con tu gracia, con la ayuda de Nuestra Madre del Cielo, yo, que me encuentro aquí, en esta gran red, en esta gran barca del Opus Dei, dejaré que las manos de los Directores me moldeen, para hacerme hermoso en tu presencia, fuerte, recio, eficaz! Para tener, de veras, en toda la vida interior y en el trabajo externo, este bullir limpio, sobrenatural, de la sangre de familia.

¿Quién de vosotros no ha visto cómo se procede en una clínica, cuando hay que operar? El cuidado que se pone, la asepsia, la limpieza extraordinaria por parte de los médicos; esos mil detalles que muchos conoceréis mejor que yo. Pues debes dejar que hagan contigo lo mismo. Te quitarán la ropa, que estorba. Después, quizá te la devolverán, si va bien, tras de meterla en el autoclave para desinfectarla. Y más tarde, porque te quieren, quizá tendrán que coger el bisturí. Vas entonces a decirle a Jesús: «Sicut lutum in manu figuli!»2; como barro en manos del alfarero, así quiero estar en las manos de los Directores. Pongo todo mi empeño, toda mi pobre buena voluntad, para dejar que corten, que operen, que sanen, que me rehagan cuando haga falta.

Notas

2

Jr 18,6.

Referencias a la Sagrada Escritura
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