13. Acontecimientos memorables

Esta excelencia a que elevaron monarcas y pontífices la Real casa de Las Huelgas obligó a que se la escogiera como lugar adecuado para celebrar los acontecimientos más memorables.

Allí acudieron los reyes a coronarse, como nos dice la Historia que lo hicieron, con solemnidad extraordinaria, entre otros, Alfonso X, Alfonso XI y Juan II59; allí acudieron los monarcas60, príncipes y nobles a armarse caballeros61, y fueron tan numerosos estos actos que Alfonso XI hubo de constituir la que se llamó Orden de Caballería de la Banda62; allí se celebraron casamientos de príncipes, como aconteció en 1269, año de las bodas del Infante Don Fernando de la Cerda, hijo de Alfonso el Sabio y Doña Violante, con la Infanta Doña Blanca de Francia, hija de San Luis y de Margarita de Provenza, que, al decir de los cronistas, fueron las más solemnes que se vieron en los reinos de Castilla.

Entre las preeminencias de que gozaba Santa María, no es la menor el ser la primera estancia de los monarcas siempre que acudían a Burgos, y aun para el caso de quedarse los reyes en los contornos de la ciudad castellana, la de que los Padres Confesores acudan a cumplir los besamanos de parte de su Ilustrísima63 y Comunidad, habiéndoles dispensado siempre la más favorable acogida, como se ve por el hecho que refiere MUÑIZ, ocurrido en 1725. La Señora Reyna viuda de Luis I, hallándose en Cogollos, sin embargo de no haber admitido en todo el camino obsequio alguno, y haber negado la entrada al Señor Conejero, Arzobispo de Burgos, y a su Cabildo, admitió a los Padres Confesores primera, segunda y tercera vez, dándoles a besar su Real Mano, y dispensándoles otros favores64.

Por demás curioso es el ceremonial que de antiguo se siguió en Las Huelgas en las visitas de las personas reales65; a un tiempo denota la distinción y homenaje del Monasterio al regio visitante y las gracias de éste a la Abadesa.

En tal ocasión se abre tan sólo la puerta principal, que «siempre está cerrada de cal y piedra»66, y llegados los visitantes al Convento, son recibidos por el Cabildo de Capellanes con los Confesores, y felicitados, en breve discurso, por la Abadesa, arrodillada sobre almohada de terciopelo carmesí y extendida la cola de la cogulla. Tras este acto de homenaje, que se termina con el ofrecimiento que hace la Abadesa de una llave de plata destinada a estas ceremonias, y que es entregada a la portera, después de recibirla de nuevo su Ilustrísima de manos del visitante, pasa la comitiva al coro, donde la Comunidad besa la mano a la real persona, en cuyo acto por lo regular manda Su Majestad dar almohada a la Abadesa, como ocurrió, entre otras ocasiones, en la visita que en noviembre del año 1679 realizara Carlos II con motivo de su matrimonio con la Infanta María Luisa de Orleans. Cuéntase de esta visita que al dirigirse Su Majestad a la Cámara Abacial, se lamentó de que fuese tan estrecha la escalera y encargó que hicieran otra más capaz, a lo que la Abadesa Doña Inés de Mendoza —que por cierto no había escatimado nada para recibir al Rey— contestó diciéndole: «Subieron, Señor, por ella muchos y gloriosos Reyes, a quienes sigue V. M. y no desharán mis manos lo que ennoblecieron sus pies»67.

Notas
59

Con majestuoso ceremonial, que puede verse en MUÑIZ, op. cit. páginas 229 y s.

60

En la capilla de Santiago, en Las Huelgas, se conserva la efigie famosa del Apóstol, que, según la tradición, daba el espaldarazo a los reyes que se armaban caballeros en el Monasterio. Sobre ello vid. MIGUEL NOVOA Y VARELA: Un recuerdo glorioso de las Huelgas de Burgos, Madrid, 1887.

61

Una lápida escueta recuerda otra histórica ceremonia: «Caminante. En la sala capitular de este Monasterio el 2 de diciembre de 1937, II Año Triunfal, se celebró el Primer Consejo Nacional de Falange Española Tradicionalista y de las J. 0. N. S., jurando ante Dios y sus Santos Evangelios el Jefe del Estado, Excmo. Sr. D. Francisco Franco, y consejeros dar su servicio y vida en holocausto de una España Imperial, Grande y Libre.»

62

Cfr. NÚÑEZ DE CASTRO, op. cit., cap. XXXV, pág. 148.

63

Con este título distinguieron a la Señora Abadesa hasta los Consejeros y Grandes de España. Todavía recordaba la Abadesa Doña Esperanza de Mallagaray aquellos días que ella misma vivió, en los que a sus predecesoras se las llamaba siempre por sus súbditas con el tratamiento de «Usía», mientras las otras religiosas entre sí se denominaban «Doñas».

Ahora, aunque conserva aquel tratamiento de Ilustrísima, se ha hecho costumbre emplear el calificativo de «Madre» —Madre Abadesa—las demás religiosas el de «Madres» y «Hermanas».

64

Cfr. op. cit., tomo V, págs. 155-156.

65

Lo refiere CALVO, op. cit., pág. 97.

66

Cfr. N UÑEZ DE CASTRO. op. cit., cap. XXXV, pág. 148.

67

Recoge la anécdota MIGUEL NOVOA Y VARELA: El Real Monasterio de las Huelgas, Burgos, 1881, pág. 44.