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Tiempo de prueba

      Yo no sabría decir cuántas veces se han cumplido estas palabras proféticas del Apóstol. Pero sólo un ciego dejaría de ver cómo actualmente se están verificando casi a la letra. Se rechaza la doctrina de los mandamientos de la Ley de Dios y de la Iglesia, se tergiversa el contenido de las bienaventuranzas poniéndolo en clave político-social: y el que se esfuerza por ser humilde, manso, limpio de corazón, es tratado como un ignorante o un atávico sostenedor de cosas pasadas. No se soporta el yugo de la castidad, y se inventan mil maneras de burlar los preceptos divinos de Cristo.

      Hay un síntoma que los engloba a todos: el intento de cambiar los fines sobrenaturales de la Iglesia. Por justicia algunos no entienden ya la vida de santidad, sino una lucha política determinada, más o menos teñida de marxismo, que es inconciliable con la fe cristiana. Por liberación no admiten la batalla personal por huir del pecado, sino una tarea humana, que puede ser noble y justa en sí misma, pero que carece de sentido para el cristiano, si implica una desvirtuación de lo único necesario35, la salvación eterna de las almas, una a una.

Notas
35Cfr. Luc X, 42.
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