33

      Hemos de ser comprensivos, cubrir todo con el manto entrañable de la caridad. Una caridad que nos afiance en la fe, aumente nuestra esperanza y nos haga fuertes, para decir bien alto que la Iglesia no es esa imagen que algunos proponen. La Iglesia es de Dios, y pretende un solo fin: la salvación de las almas. Acerquémonos al Señor, hablemos con El en la oración cara a cara, pidámosle perdón por nuestras miserias personales y reparemos por nuestros pecados y por los de los demás hombres, que quizá -en este clima de confusión- no aciertan a advertir con cuánta gravedad están ofendiendo a Dios.

      En la Santa Misa, este domingo, en la renovación incruenta del sacrificio cruento del Calvario, Jesús se inmolará -Sacerdote y Víctima- por los pecados de los hombres. Que no lo dejemos solo, que surja en nuestro pecho un deseo ardiente de estar con El, junto a la Cruz; que crezca nuestro clamor al Padre, Dios misericordioso, para que devuelva la paz al mundo, la paz a la Iglesia, la paz a las conciencias.

      Si nos comportamos así, encontraremos -junto a la Cruz- a María Santísima, Madre de Dios y Madre nuestra. De su mano bendita llegaremos a Jesús y, por Él, al Padre, en el Espíritu Santo.

Este punto en otro idioma