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      Agradezcamos, finalmente, todo lo que Dios Nuestro Señor nos concede, por el hecho maravilloso de que se nos entregue El mismo. ¡Que venga a nuestro pecho el Verbo encarnado!… ¡Que se encierre, en nuestra pequeñez, el que ha creado cielos y tierra!… La Virgen María fue concebida inmaculada para albergar en su seno a Cristo. Si la acción de la gracia ha de ser proporcional a la diferencia entre el don y los méritos, ¿no deberíamos convertir todo nuestro día en una Eucaristía continua? No os alejéis del templo apenas recibido el Santo Sacramento. ¿Tan importante es lo que os espera, que no podéis dedicar al Señor diez minutos para decirle gracias No seamos mezquinos. Amor con amor se paga.

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