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Humildad y alegría
Líbrame de todo lo malo y perverso que hay en el hombre. De nuevo el texto de la Misa nos habla del buen endiosamiento: destaca ante nuestros ojos la mala pasta de que estamos formados, con todas las malvadas inclinaciones; y después suplica: emitte lucem tuam, envía tu luz y tu verdad, que me han guiado y traído a tu monte santo. No me importa contaros que me he emocionado al recitar estas palabras del Gradual.
¿Cómo nos hemos de comportar para adquirir ese endiosamiento bueno? En el Evangelio leemos que Jesús no quería ir a Judea, porque los judíos le buscaban para matarle. El, que con un deseo de su voluntad podría eliminar a sus enemigos, ponía también los medios humanos. El, que era Dios y le bastaba una decisión suya para cambiar las circunstancias, nos ha dejado una lección encantadora: no fue a Judea. Sus parientes le dijeron: aléjate de este país y ve a Judea, para que tus discípulos admiren también tus obras. Pretendían que hiciese espectáculo. ¿Lo veis? ¿Veis que es una lección de endiosamiento bueno y endiosamiento malo?
Endiosamiento bueno: esperen en Ti canta el Ofertorio todos los que conocen tu nombre, Señor, porque nunca abandonas a los que te buscan. Y viene el regocijo de este barro lleno de lañas, porque no se ha olvidado de las oraciones de los pobres, de los humildes.
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