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Me interesa que descubráis en toda su hondura esta sencillez del Maestro, que no hace alarde de su vida penitente, porque eso mismo te pide Él a ti: cuando ayunéis no os pongáis caritristes como los hipócritas, que desfiguran sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan. En verdad os digo, que ya recibieron su recompensa. Tú, al contrario, cuando ayunes, perfuma tu cabeza, y lava tu cara, para que no conozcan los hombres que ayunas, sino únicamente tu Padre, que está presente en todo, aun en lo que hay de más secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te dará por ello el galardón20.

Así debes ejercitarte en el espíritu de penitencia: cara a Dios y como un hijo, como el pequeñín que demuestra a su padre cuánto le ama, renunciando a sus pocos tesoros de escaso valor –un carrete, un soldado descabezado, una chapa de botella–; le cuesta dar ese paso, pero al fin puede más el cariño, y extiende satisfecho la mano.

Notas
20

Mt VI, 16-18.

Referencias a la Sagrada Escritura
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