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El domingo in albis trae a mi memoria una vieja tradición piadosa de mi tierra. En este día, en el que la liturgia invita a desear el alimento espiritual –rationabile, sine dolo lac concupiscite1, apeteced la leche del espíritu y sin mezcla de fraude–, era costumbre entonces que se llevara la Sagrada Comunión a los enfermos –no hacía falta que fuesen casos graves–, para que pudieran cumplir el precepto pascual.

En algunas ciudades grandes, cada parroquia organizaba una procesión eucarística. Recuerdo de mis años de estudiante universitario, que resultaba corriente que se cruzasen, por el Coso de Zaragoza, tres comitivas en las que solo iban hombres –¡miles de hombres!–, con grandes cirios ardiendo. Gente recia, que acompañaba al Señor Sacramentado, con una fe más grande que aquellos velones que pesaban kilos.

Cuando esta noche me he despertado varias veces, he repetido, como jaculatoria, quasi modo geniti infantes2: como niños recién nacidos... Pensaba que esa invitación de la Iglesia nos viene muy bien a todos los que sentimos la realidad de la filiación divina. Porque nos conviene ser muy recios, muy sólidos, con un temple capaz de influir en el ambiente donde nos encontremos; y, sin embargo, delante de Dios, ¡es tan bueno que nos consideremos hijos pequeños!

Somos hijos de Dios

Quasi modo geniti infantes, rationabile, sine dolo lac concupiscite3: como niños que acaban de llegar al mundo, bramad por la leche limpia y pura del espíritu. Es estupendo este versículo de San Pedro, y entiendo muy bien que a continuación la liturgia haya añadido: exsultate Deo adiutori nostro: iubilate Deo Iacob4; saltad de júbilo en honor de Dios: aclamad al Dios de Jacob, que es también Señor y Padre Nuestro. Pero me gustaría que hoy, vosotros y yo, meditásemos no sobre el Santo Sacramento del Altar, que arranca de nuestro corazón las más altas alabanzas a Jesús; querría que nos detuviésemos en esa certeza de la filiación divina y en alguna de sus consecuencias, para todos los que pretenden vivir con noble empeño su fe cristiana.

Notas
1

1 Pet II, 2 (Introito de la Misa).

2

Ibidem.

3

Ibidem.

4

Ps LXXX, 2 (Introito de la Misa).

Referencias a la Sagrada Escritura
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