Josemaría Escrivá Obras
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Junto a la piscina de Siloé

Yo querría que fuese Jesús quien nos hablara de fe, quien nos diera lecciones de fe. Por eso abriremos el Nuevo Testamento, y viviremos con El algunos pasajes de su vida. Porque no desdeñó enseñar a sus discípulos, poco a poco, para que se entregaran con confianza en el cumplimiento de la Voluntad del Padre. Les adoctrina con palabras y con obras.

Mirad el capítulo noveno de San Juan. Al pasar, vio Jesús a un hombre ciego de nacimiento. Y sus discípulos le preguntaron: Maestro, ¿qué pecados son la causa de que éste haya nacido ciego, los suyos, o los de sus padres?. Estos hombres, a pesar de estar tan cerca de Cristo, piensan mal de aquel pobre ciego. Para que no os extrañe si, en el rodar de la vida, cuando servís a la Iglesia, encontráis discípulos del Señor que se comportan de modo semejante con vosotros o con otros. No os importe y, como el ciego, no hagáis caso: abandonaos de verdad en las manos de Cristo; El no ataca, perdona; no condena, absuelve; no observa con despego la enfermedad, sino que aplica el remedio con diligencia divina.

Nuestro Señor escupió en la tierra, formó lodo con la saliva, lo aplicó sobre los ojos del ciego, y le dijo: anda, y lávate en la piscina de Siloé, que significa el Enviado. Fue, pues, el ciego y se lavó allí, y volvió con vista.

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