256

La vocación cristiana, esta llamada personal del Señor, nos lleva a identificarnos con Él. Pero no hay que olvidar que Él ha venido a la tierra para redimir a todo el mundo, porque quiere que los hombres se salven1. No hay alma que no interese a Cristo. Cada una de ellas le ha costado el precio de su Sangre2.

Al considerar estas verdades, vuelve a mi cabeza aquella conversación entre los Apóstoles y el Maestro, momentos antes del milagro de la multiplicación de los panes. Había acompañado a Jesús una gran muchedumbre. Levanta Nuestro Señor los ojos y pregunta a Felipe: ¿dónde compraremos pan, para dar de comer a toda esa gente?3. Felipe contesta, después de un cálculo rápido: doscientos denarios de pan no bastan, para que cada uno tome un bocado4. No tienen tanto dinero: han de acudir a una solución casera. Dícele uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro: aquí está un muchacho que ha traído cinco panes de cebada y dos peces; pero, ¿qué es esto para tanta gente?5.

Notas
1

Cfr. 1 Tim II, 4.

2

Cfr. 1 Petr I, 18-19.

3

Ioh VI, 5.

4

Ioh VI, 7.

5

Ioh VI, 8-9.

Referencias a la Sagrada Escritura
Este punto en otro idioma