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Mirad: para nuestra Madre Santa María jamás dejamos de ser pequeños, porque Ella nos abre el camino hacia el Reino de los Cielos, que será dado a los que se hacen niños30. De Nuestra Señora no debemos apartarnos nunca. ¿Cómo la honraremos? Tratándola, hablándole, manifestándole nuestro cariño, ponderando en nuestro corazón las escenas de su vida en la tierra, contándole nuestras luchas, nuestros éxitos y nuestros fracasos.

Descubrimos así –como si las recitáramos por vez primera– el sentido de las oraciones marianas, que se han rezado siempre en la Iglesia. ¿Qué son el Ave Maria y el Angelus sino alabanzas encendidas a la Maternidad divina? Y en el Santo Rosario –esa maravillosa devoción, que nunca me cansaré de aconsejar a todos los cristianos– pasan por nuestra cabeza y por nuestro corazón los misterios de la conducta admirable de María, que son los mismos misterios fundamentales de la fe.

Notas
30

Cfr. Mt XIX, 14.

Referencias a la Sagrada Escritura
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