295

Hablar con Dios

Me invocaréis y Yo os atenderé3. Y le invocamos conversando, dirigiéndonos a Él. Por eso, hemos de poner en práctica la exhortación del Apóstol: sine intermissione orate4; rezad siempre, pase lo que pase. «No solo de corazón, sino con todo el corazón»5.

Pensaréis que la vida no es siempre llevadera, que no faltan sinsabores y penas y tristezas. Os contestaré, también con San Pablo, que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni virtudes; ni lo presente, ni lo venidero, ni la fuerza, ni lo que hay de más alto, ni de más profundo, ni otra ninguna criatura, podrá jamás separarnos del amor de Dios, que se funda en Jesucristo Nuestro Señor6. Nada nos puede alejar de la caridad de Dios, del Amor, de la relación constante con nuestro Padre.

Recomendar esa unión continua con Dios, ¿no es presentar un ideal, tan sublime, que se revela inasequible para la mayoría de los cristianos? Verdaderamente es alta la meta, pero no inasequible. El sendero, que conduce a la santidad, es sendero de oración; y la oración debe prender poco a poco en el alma, como la pequeña semilla que se convertirá más tarde en árbol frondoso.

Notas
3

Ier XXIX, 12.

4

1 Thes V, 17.

5

S. Ambrosio, Expositio in Psalmum CXVIII, 19, 12 (PL 15, 1471).

6

Rom VIII, 38-39.

Referencias a la Sagrada Escritura
Este punto en otro idioma