305

Es la hora de clamar: acuérdate de las promesas que me has hecho, para llenarme de esperanza; esto me consuela en mi nada, y llena mi vivir de fortaleza22. Nuestro Señor quiere que contemos con Él, para todo: vemos con evidencia que sin Él nada podemos23, y que con Él podemos todas las cosas24. Se confirma nuestra decisión de andar siempre en su presencia25.

Con la claridad de Dios en el entendimiento, que parece inactivo, nos resulta indudable que, si el Creador cuida de todos –incluso de sus enemigos–, ¡cuánto más cuidará de sus amigos! Nos convencemos de que no hay mal, ni contradicción, que no vengan para bien: así se asientan con más firmeza, en nuestro espíritu, la alegría y la paz, que ningún motivo humano podrá arrancarnos, porque estas visitaciones siempre nos dejan algo suyo, algo divino. Alabaremos al Señor Dios Nuestro, que ha efectuado en nosotros obras admirables26, y comprenderemos que hemos sido creados con capacidad para poseer un infinito tesoro27.

Notas
22

Cfr. Ps CXVIII, 49-50.

23

Cfr. Ioh XV, 5.

24

Cfr. Phil IV, 13.

25

Cfr. Ps CXVIII, 168.

26

Cfr. Iob V, 9.

27

Cfr. Sap VII, 14.

Referencias a la Sagrada Escritura
Este punto en otro idioma