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Virtudes humanas y virtudes sobrenaturales

Cuando un alma se esfuerza por cultivar las virtudes humanas, su corazón está ya muy cerca de Cristo. Y el cristiano percibe que las virtudes teologales –la fe, la esperanza, la caridad–, y todas las otras que trae consigo la gracia de Dios, le impulsan a no descuidar nunca esas cualidades buenas que comparte con tantos hombres.

Las virtudes humanas –insisto– son el fundamento de las sobrenaturales; y éstas proporcionan siempre un nuevo empuje para desenvolverse con hombría de bien. Pero, en cualquier caso, no basta el afán de poseer esas virtudes: es preciso aprender a practicarlas. Discite benefacere22, aprended a hacer el bien. Hay que ejercitarse habitualmente en los actos correspondientes –hechos de sinceridad, de veracidad, de ecuanimidad, de serenidad, de paciencia–, porque obras son amores, y no cabe amar a Dios solo de palabra, sino con obras y de verdad23.

Notas
22

Is I, 17.

23

1 Ioh III, 18.

Referencias a la Sagrada Escritura
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