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Virtudes humanas y virtudes sobrenaturales
Cuando un alma se esfuerza por cultivar las virtudes humanas, su corazón está ya muy cerca de Cristo. Y el cristiano percibe que las virtudes teologales la fe, la esperanza, la caridad, y todas las otras que trae consigo la gracia de Dios, le impulsan a no descuidar nunca esas cualidades buenas que comparte con tantos hombres.
Las virtudes humanas insisto son el fundamento de las sobrenaturales; y éstas proporcionan siempre un nuevo empuje para desenvolverse con hombría de bien. Pero, en cualquier caso, no basta el afán de poseer esas virtudes: es preciso aprender a practicarlas. Discite benefacere, aprended a hacer el bien. Hay que ejercitarse habitualmente en los actos correspondientes hechos de sinceridad, de veracidad, de ecuanimidad, de serenidad, de paciencia, porque obras son amores, y no cabe amar a Dios sólo de palabra, sino con obras y de verdad.
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