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De callar no te arrepentirás nunca: de hablar, muchas veces.
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¿Cómo te atreves a encarecer que te guarden el secreto..., si esta advertencia es la señal de que no has sabido guardarlo tú?
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Discreción no es misterio, ni secreteo. Es, sencillamente, naturalidad.
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Discreción es... delicadeza. ¿No sientes una inquietud, un malestar íntimo, cuando los asuntos nobles y corrientes de tu familia salen del calor del hogar a la indiferencia o a la curiosidad de la plaza pública?
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No pongas fácilmente de manifiesto la intimidad de tu apostolado: ¿no ves que el mundo está lleno de egoístas incomprensiones?
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Calla: No olvides que tu ideal es como una lucecica recién encendida. Puede bastar un soplo para apagarla en tu corazón.
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¡Qué fecundo es el silencio! Todas las energías que me pierdes, con tus faltas de discreción, son energías que restas a la eficacia de tu trabajo.
Sé discreto.
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Si fueras más discreto no te lamentarías interiormente del mal sabor de boca que te hace sufrir después de muchas de tus conversaciones.
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No pretendas que te "comprendan". Esa incomprensión es providencial: para que tu sacrificio pase oculto.
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Si callas lograrás más eficacia en tus empresas de apóstol ¡a cuántos se les va "la fuerza" por la boca! y te evitarás muchos peligros de vanagloria.
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¡Siempre el espectáculo! Me pides fotografías, gráficos, estadísticas.
No te envío ese material, porque me parece muy respetable la opinión contraria creería luego que hacía una labor con vistas a encaramarme en la tierra..., y donde quiero encaramarme es en el cielo.
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Hay mucha gente santa que no entiende tu camino. No te empeñes en hacérselo comprender: perderás el tiempo y darás lugar a indiscreciones.
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"No se puede ser raíz y copa, sino siendo savia, espíritu, cosa que va por dentro".
El amigo tuyo que escribió esas palabras sabía que eras noblemente ambicioso. Y te enseñó el camino: la discreción, el sacrificio, ¡ir por dentro!
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Discreción, virtud de pocos. ¿Quién calumnió a la mujer diciendo que la discreción no es virtud de mujeres?
¡Cuántos hombres, bien barbados, tienen que aprender!
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¡Qué ejemplo de discreción nos da la Madre de Dios! Ni a San José comunica el misterio.
Pide a la Señora la discreción que te falta.
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Ha afilado tu lengua el despecho. ¡Calla!
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Nunca te habré ponderado con bastante encarecimiento la importancia de la discreción.
Si no es el filo de tu arma de combate, te diré que es la empuñadura.
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Calla siempre cuando sientas dentro de ti el bullir de la indignación. Y esto, aunque estés justísimamente airado.
Porque, a pesar de tu discreción, en esos instantes siempre dices más de lo que quisieras.
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