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Comenzar es de todos; perseverar, de santos.
Que tu perseverancia no sea consecuencia ciega del primer impulso, obra de la inercia: que sea una perseverancia reflexiva.
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Dile: "ecce ego quia vocasti me!" ¡aquí me tienes, porque me has llamado!
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Te apartaste del camino, y no volvías porque te daba vergüenza. Es más lógico que te diera vergüenza no rectificar.
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"La verdad es que no hace falta ser ningún héroe me confiesas para, sin rarezas ni gazmoñerías, saber aislarse lo que sea necesario según los casos..., y perseverar". Y añades: "mientras cumpla las normas que me dio, no me preocupan los enredos y jerigonzas del ambiente: lo que me asustaría es tener miedo a esas pequeñeces." Magnífico.
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Fomenta y preserva ese ideal nobilísimo que acaba de nacer en ti. Mira que se abren muchas flores en la primavera, y son pocas las que cuajan en fruto.
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El desaliento es enemigo de tu perseverancia. Si no luchas contra el desaliento, llegarás al pesimismo, primero, y a la tibieza, después. Sé optimista.
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Vamos: Después de tanto "¡Cruz, Señor, Cruz!", se ve que querías una cruz a tu gusto.
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Constancia, que nada desconcierte. Te hace falta. Pídela al Señor y haz lo que puedas por obtenerla: porque es un gran medio para que no te separes del fecundo camino que has emprendido.
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No puedes "subir". No es extraño: ¡aquella caída!...
Persevera y "subirás". Recuerda lo que dice un autor espiritual: tu pobre alma es pájaro, que todavía lleva pegadas con barro sus alas.
Hacen falta soles de cielo y esfuerzos personales, pequeños y constantes, para arrancar esas inclinaciones, esas imaginaciones, ese decaimiento: ese barro pegadizo de tus alas.
Y te verás libre. Si perseveras, "subirás".
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Da gracias a Dios, que te ayudó, y gózate en tu victoria. ¡Qué alegría más honda, esa que siente tu alma, después de haber correspondido!
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Discurres... bien, fríamente: ¡cuántos motivos para abandonar la tarea! Y alguno, al parecer, capital.
Veo, sin duda, que tienes razones. Pero no tienes razón.
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"Se me ha pasado el entusiasmo", me has escrito. Tú no has de trabajar por entusiasmo, sino por Amor: con conciencia del deber, que es abnegación.
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Inconmovible: así has de ser. Si hacen vacilar tu perseverancia las miserias ajenas o las propias, formo un triste concepto de tu ideal.
Decídete de una vez para siempre.
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Tienes una pobre idea de tu camino, cuando, al sentirte frío, crees que lo has perdido: es la hora de la prueba; por eso te han quitado los consuelos sensibles.
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Ausencia, aislamiento: pruebas para la perseverancia. Santa Misa, oración, sacramentos, sacrificios: ¡comunión de los santos!: armas para vencer en la prueba.
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¡Bendita perseverancia la del borrico de noria! Siempre al mismo paso. Siempre las mismas vueltas. Un día y otro: todos iguales.
Sin eso, no habría madurez en los frutos, ni lozanía en el huerto, ni tendría aromas el jardín.
Lleva este pensamiento a tu vida interior.
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¿Que cuál es el secreto de la perseverancia?
El Amor. Enamórate, y no "le" dejarás.
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