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Concreta. Que no sean tus propósitos luces de bengala que brillan un instante para dejar como realidad amarga un palitroque negro e inútil que se tira con desprecio.
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¡Eres tan joven! Me pareces un barco que emprende la marcha. Esa ligera desviación de ahora, si no la corriges, hará que al final no llegues a puerto.
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Haz pocos propósitos. Haz propósitos concretos. Y cúmplelos con la ayuda de Dios.
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Me has dicho, y te escuché en silencio: "Sí: quiero ser santo." Aunque esta afirmación, tan difuminada, tan general, me parezca de ordinario una tontería.
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¡Mañana!: alguna vez es prudencia; muchas veces es el adverbio de los vencidos.
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Haz este propósito determinado y firme: acordarte, cuando te den honras y alabanzas, de aquello que te avergüenza y sonroja.
Esto es tuyo; la alabanza y la gloria, de Dios.
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Pórtate bien "ahora", sin acordarte de "ayer", que ya pasó, y sin preocuparte de "mañana", que no sabes si llegará para ti.
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¡Ahora! Vuelve a tu vida noble ahora. No te dejes engañar: "ahora" no es demasiado pronto... ni demasiado tarde.
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¿Quieres que te diga todo lo que pienso de "tu camino"? Pues, mira: que si correspondes a la llamada, trabajarás por Cristo como el que más: que si te haces hombre de oración, tendrás la correspondencia de que hablo antes y buscarás, con hambre de sacrificio, los trabajos más duros...
Y serás feliz aquí y felicísimo luego, en la Vida.
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Esa llaga duele. Pero está en vías de curación: sé consecuente con tus propósitos. Y pronto el dolor será gozosa paz.
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Estás como un saco de arena. No haces nada de tu parte. Y así no es extraño que comiences a sentir los síntomas de la tibieza. Reacciona.
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