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¡Qué sabores de hiel y de vinagre, y de ceniza y de acíbar! ¡Qué paladar tan reseco, pastoso y agrietado! —Parece nada esta impresión fisiológica si la comparamos con los otros sinsabores de tu alma.

—Es que «te piden más» y no sabes darlo. —Humíllate: ¿quedaría esa amarga impresión de desagrado, en tu carne y en tu espíritu, si hicieras todo lo que puedes?

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