¿Lloras? No te dé vergüenza. Llora: que sí, que los hombres también lloran, como tú, en la soledad y ante Dios. Por la noche, dice el Rey David, regaré con mis lágrimas mi lecho.
Con esas lágrimas, ardientes y viriles, puedes purificar tu pasado y sobrenaturalizar tu vida actual.