"Padre me decía aquel muchachote (¿qué habrá sido de él?), buen estudiante de la Central*, pensaba en lo que usted me dijo... ¡que soy hijo de Dios!, y me sorprendí por la calle, 'engallado' el cuerpo y soberbio por dentro... ¡hijo de Dios!"
Le aconsejé, con segura conciencia, fomentar la "soberbia".
* La Central: así se llamaba a la Universidad de Madrid, en la época en que fue escrito Camino.