Ama a la Señora. Y Ella te obtendrá gracia abundante para vencer en esta lucha cotidiana. Y no servirán de nada al maldito esas cosas perversas, que suben y suben, hirviendo dentro de ti, hasta querer anegar con su podredumbre bienoliente los grandes ideales, los mandatos sublimes que Cristo mismo ha puesto en tu corazón. "Serviam!"