¡Cuántos recursos santos tiene la pobreza! ¿Te acuerdas? Tú le diste, en horas de agobio económico para aquella empresa apostólica, hasta el último céntimo de que disponías.
Y te dijo Sacerdote de Dios: "yo te daré también todo lo que tengo". Tú, de rodillas. Y... "la bendición de Dios Omnipotente, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ti y permanezca siempre", se oyó.
Aún te dura la persuasión de que quedaste bien pagado.