Un pinchazo. Y otro. Y otro. ¡Súfrelos, hombre! ¿No ves que eres tan chico que solamente puedes ofrecer en tu vida en tu caminito esas pequeñas cruces?
Además, fíjate: una cruz sobre otra un pinchazo..., y otro..., ¡qué gran montón!
Al final, niño, has sabido hacer una cosa grandísima: Amar.