Cuando hagas oración haz circular las ideas inoportunas, como si fueras un guardia del tráfico: para eso tienes la voluntad enérgica que te corresponde por tu vida de niño. Detén, a veces, aquel pensamiento para encomendar a los protagonistas del recuerdo inoportuno.
¡Hala!, adelante... Así, hasta que dé la hora. Cuando tu oración por este estilo te parezca inútil, alégrate y cree que has sabido agradar a Jesús.