No estás solo. Lleva con alegría la tribulación. No sientes en tu mano, pobre niño, la mano de tu Madre: es verdad. Pero... ¿has visto a las madres de la tierra, con los brazos extendidos, seguir a sus pequeños, cuando se aventuran, temblorosos, a dar sin ayuda de nadie los primeros pasos? No estás solo: María está junto a ti.