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Desde 1946 fijó usted su residencia en Roma. ¿Qué rasgos de los Pontífices que ha tratado destacan en su recuerdo?

Para mí, después de la Trinidad Santísima y de nuestra Madre la Virgen, en la jerarquía del amor, viene el Papa. No puedo olvidar que fue S.S. Pío XII quien aprobó el Opus Dei, cuando este camino de espiritualidad parecía a más de uno una herejía; como tampoco se me olvida que las primeras palabras de cariño y afecto que recibí en Roma, en 1946, me las dijo el entonces Mons. Montini. Tengo también muy grabado el encanto afable y paterno de Juan XXIII, todas las veces que tuve ocasión de visitarle. Una vez le dije: «en nuestra Obra siempre han encontrado todos los hombres, católicos o no, un lugar amable: no he aprendido el ecumenismo de Su Santidad...» Y el Santo Padre Juan se reía, emocionado. ¿Qué quiere que le diga? Siempre los Romanos Pontífices, todos, han tenido con el Opus Dei comprensión y cariño.

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