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Hacerse niños en el Amor a Dios

Consideremos atentamente este punto, porque nos puede ayudar a comprender cosas muy importantes, ya que el misterio de María nos hace ver que, para acercarnos a Dios, hay que hacerse pequeños. En verdad os digo —exclamó el Señor dirigiéndose a sus discípulos—, que si no os volvéis y hacéis semejantes a los niños, no entraréis en el reino de los cielos10.

Hacernos niños: renunciar a la soberbia, a la autosuficiencia; reconocer que nosotros solos nada podemos, porque necesitamos de la gracia, del poder de nuestro Padre Dios para aprender a caminar y para perseverar en el camino. Ser pequeños exige abandonarse como se abandonan los niños, creer como creen los niños, pedir como piden los niños.

Y todo eso lo aprendemos tratando a María. La devoción a la Virgen no es algo blando o poco recio: es consuelo y júbilo que llena el alma, precisamente en la medida en que supone un ejercicio hondo y entero de la fe, que nos hace salir de nosotros mismos y colocar nuestra esperanza en el Señor. Es Yavé mi pastor —canta uno de los salmos—, de nada careceré. Me hace descansar en frondosas praderas, junto a aguas sabrosas me conduce; me devuelve la vida, y me guía por caminos derechos, en virtud de su nombre. Aunque yo ande por valles tenebrosos, ningún mal temeré, porque tú estás conmigo11.

Porque María es Madre, su devoción nos enseña a ser hijos: a querer de verdad, sin medida; a ser sencillos, sin esas complicaciones que nacen del egoísmo de pensar sólo en nosotros; a estar alegres, sabiendo que nada puede destruir nuestra esperanza. El principio del camino que lleva a la locura del amor de Dios es un confiado amor a María Santísima. Así lo escribí hace ya muchos años, en el prólogo a unos comentarios al santo rosario, y desde entonces he vuelto a comprobar muchas veces la verdad de esas palabras. No voy a hacer aquí muchos razonamientos, con el fin de glosar esa idea: os invito más bien a que hagáis la experiencia, a que lo descubráis por vosotros mismos, tratando amorosamente a María, abriéndole vuestro corazón, confiándole vuestras alegrías y vuestra penas, pidiéndole que os ayude a conocer y a seguir a Jesús.

Notas
10

Mt XVIII, 3.

11

Ps XXII, 1-4.

Referencias a la Sagrada Escritura
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