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La verdadera devoción al Corazón de Cristo

Tengamos presente toda la riqueza que se encierra en estas palabras: Sagrado Corazón de Jesús. Cuando hablamos de corazón humano no nos referimos sólo a los sentimientos, aludimos a toda la persona que quiere, que ama y trata a los demás. Y, en el modo de expresarse los hombres, que han recogido las Sagradas Escrituras para que podamos entender así las cosas divinas, el corazón es considerado como el resumen y la fuente, la expresión y el fondo último de los pensamientos, de las palabras, de las acciones. Un hombre vale lo que vale su corazón, podemos decir con lenguaje nuestro.

Al corazón pertenecen la alegría: que se alegre mi corazón en tu socorro12; el arrepentimiento: mi corazón es como cera que se derrite dentro de mi pecho13; la alabanza a Dios: de mi corazón brota un canto hermoso14; la decisión para oír al Señor: está dispuesto mi corazón15; la vela amorosa: yo duermo, pero mi corazón vigila16. Y también la duda y el temor: no se turbe vuestro corazón, creed en mí17.

El corazón no sólo siente; también sabe y entiende. La ley de Dios es recibida en el corazón18, y en él permanece escrita19. Añade también la Escritura: de la abundancia del corazón habla la boca20. El Señor echó en cara a unos escribas: ¿por qué pensáis mal en vuestros corazones?21. Y, para resumir todos los pecados que el hombre puede cometer, dijo: del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias22.

Cuando en la Sagrada Escritura se habla del corazón, no se trata de un sentimiento pasajero, que trae la emoción o las lágrimas. Se habla del corazón para referirse a la persona que, como manifestó el mismo Jesucristo, se dirige toda ella —alma y cuerpo— a lo que considera su bien: porque donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón23.

Por eso al tratar ahora del Corazón de Jesús, ponemos de manifiesto la certidumbre del amor de Dios y la verdad de su entrega a nosotros. Al recomendar la devoción a ese Sagrado Corazón, estamos recomendando que debemos dirigirnos íntegramente —con todo lo que somos: nuestra alma, nuestros sentimientos, nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras acciones, nuestros trabajos y nuestras alegrías— a todo Jesús.

En esto se concreta la verdadera devoción al Corazón de Jesús: en conocer a Dios y conocernos a nosotros mismos, y en mirar a Jesús y acudir a Él, que nos anima, nos enseña, nos guía. No cabe en esta devoción más superficialidad que la del hombre que, no siendo íntegramente humano, no acierta a percibir la realidad de Dios encarnado.

Notas
12

Ps XII, 6.

13

Ps XXI, 15.

14

Ps XLIV, 2.

15

Ps LVI, 8.

16

Cant V, 2.

17

Ioh XIV, 1.

18

Cfr. Ps XXXIX, 9.

19

Cfr. Prv VII, 3.

20

Mt XII, 34.

21

Mt IX, 4.

22

Mt XV, 19.

23

Mt VI, 21.

Referencias a la Sagrada Escritura
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