Asegura Santa Teresa que "quien no hace oración no necesita demonio que le tiente; en tanto que, quien tiene tan sólo un cuarto de hora al día, necesariamente se salva"..., porque el diálogo con el Señor amable, aun en los tiempos de aspereza o de sequedad del alma nos descubre el auténtico relieve y la justa dimensión de la vida.