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Me has pedido una sugerencia para vencer en tus batallas diarias, y te he contestado: al abrir tu alma, cuenta en primer lugar lo que no querrías que se supiera. Así el diablo resulta siempre vencido.

—¡Abre tu alma con claridad y sencillez, de par en par, para que entre —hasta el último rincón— el sol del Amor de Dios!

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