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—¡Dios es mi Padre! —Si lo meditas, no saldrás de esta consoladora consideración.

—¡Jesús es mi Amigo entrañable! (otro Mediterráneo), que me quiere con toda la divina locura de su Corazón.

—¡El Espíritu Santo es mi Consolador!, que me guía en el andar de todo mi camino.

Piénsalo bien. —Tú eres de Dios…, y Dios es tuyo.

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