Josemaría Escrivá Obras
271

Aquella mañana —para superar la sombra de pesimismo que te asaltaba— también insististe, como haces a diario..., pero te "metiste" más con tu Angel. Le echaste piropos y le dijiste que te enseñara a amar a Jesús, siquiera, siquiera, como le ama él... Y te quedaste tranquilo.

Anterior Ver capítulo Siguiente