Así discurría tu oración: "me pesan mis miserias, pero no me agobian porque soy hijo de Dios. Expiar. Amar... Y añadías deseo servirme de mi debilidad, como San Pablo, persuadido de que el Señor no abandona a los que en El confían".
Sigue así, te confirmé, porque con la gracia de Dios podrás, y superarás tus miserias y tus pequeñeces.