 |
370 |
 |
Ante el inmenso panorama de almas que nos espera, ante esa preciosa y tremenda responsabilidad, quizá se te ocurra pensar lo mismo que a veces pienso yo: ¿conmigo, toda esa labor?, ¿conmigo, que soy tan poca cosa?
Hemos de abrir entonces el Evangelio, y contemplar cómo Jesús cura al ciego de nacimiento: con barro hecho de polvo de la tierra y de saliva. ¡Y ése es el colirio que da la luz a unos ojos ciegos!
Eso somos tú y yo. Con el conocimiento de nuestra flaqueza, de nuestro ningún valer, pero con la gracia de Dios y nuestra buena voluntad ¡somos colirio!, para iluminar, para prestar nuestra fortaleza a los demás y a nosotros mismos.
|
 |
|
 |
 |
 |
|