Escribías: "yo te oigo clamar, Rey mío, con viva voz, que aún vibra: “ignem veni mittere in terram, et quid volo nisi ut accendatur? he venido a traer fuego a la tierra, ¿y qué quiero sino que arda?"
Después añadías: "Señor, te respondo todo yo con mis sentidos y potencias: “ecce ego quia vocasti me! ¡aquí me tienes porque me has llamado!"
Que sea esta respuesta tuya una realidad cotidiana.