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Exígete sin miedo. En su vida escondida, muchas almas así lo hacen, para que sólo el Señor se luzca.

Quisiera que tú y yo reaccionásemos como aquella persona —que deseaba ser muy de Dios— en la fiesta de la Sagrada Familia, entonces celebrada en la infraoctava de Epifanía.

—"No me faltan crucecicas. Una de ayer —me costó, hasta llorar— me ha traído a la consideración, en el día de hoy, que mi Padre y Señor San José y mi Madre Santa María no han querido dejar a «su niño» sin regalo de Reyes. Y el regalo ha sido luz para conocer mi desagradecimiento con Jesús, por falta de correspondencia a la gracia, y el error enorme que supone en mí el oponerme, con mi conducta villana, a la Voluntad Santísima de Dios, que me quiere para instrumento suyo".

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