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La labor de la Iglesia, cada día, es como un gran tejido, que ofrecemos al Señor, porque todos los bautizados somos Iglesia.

—Si cumplimos —fieles y entregados—, este gran tejido será hermoso y sin falla. —Pero, si uno suelta un hilo acá, otro allá, y otro por el otro lado…, en lugar de un hermoso tejido, tendremos un harapo hecho jirones.

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