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Me has dicho que no sabías cómo pagarme el celo santo que te inundaba el alma.
—Me apresuré a responderte: yo no te doy ninguna vibración: te la concede el Espíritu Santo.
—Quiérele, trátale. —Así, irás amándole más y mejor, y agradeciéndole que sea El quien se asienta en tu alma, para que tengas vida interior.
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