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La Cruz, ¡la Santa Cruz!, pesa.

—De una parte, mis pecados. De otra, la triste realidad de los sufrimientos de nuestra Madre la Iglesia; la apatía de tantos católicos que tienen un "querer sin querer"; la separación —por diversos motivos— de seres amados; las enfermedades y tribulaciones, ajenas y propias…

La Cruz, ¡la Santa Cruz!, pesa: «Fiat, adimpleatur…!» —¡Hágase, cúmplase, sea alabada y eternamente ensalzada la justísima y amabilísima Voluntad de Dios sobre todas las cosas! Amén. Amén.

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