Recuerda con constancia que tú colaboras en la formación espiritual y humana de los que te rodean, y de todas las almas hasta ahí llega la bendita Comunión de los Santos, en cualquier momento: cuando trabajas y cuando descansas; cuando se te ve alegre o preocupado; cuando en tu tarea o en medio de la calle haces tu oración de hijo de Dios, y trasciende al exterior la paz de tu alma; cuando se nota que has sufrido que has llorado, y sonríes.