Acude a la Dulce Señora María, Madre de Dios y Madre Nuestra, encomendándole la limpieza de alma y de cuerpo de todas las personas.
Dile que quieres invocarla y que la invoquen siempre, y siempre vencer, en las horas malas o buenas, y muy buenas de la lucha contra los enemigos de nuestra condición de hijos de Dios.