Siempre llevaba, como registro en los libros que le servían de lectura, una tira de papel con este lema, escrito en amplios y enérgicos caracteres: “Ure igne Sancti Spiritus! Se diría que, en lugar de escribir, grababa: ¡quema con el fuego del Espíritu Santo!
Esculpido en tu alma y encendido en tu boca y prendido en tus obras, cristiano, querría dejar yo ese fuego divino.