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«Dominus dabit benignitatem suam et terra nostra dabit fructum suum» —el Señor dará su bendición, y nuestra tierra producirá su fruto.

—Sí, esa bendición es el origen de todo buen fruto, el clima necesario para que en nuestro mundo podamos cultivar santos, hombres y mujeres de Dios.

«Dominus dabit benignitatem» —el Señor dará su bendición. —Pero, fíjate bien, a continuación señala que El espera nuestro fruto —el tuyo, el mío—, y no un fruto raquítico, desmedrado, porque no hayamos sabido entregarnos; lo espera abundante, porque nos colma de bendiciones.

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