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A veces, cara a esas almas dormidas, entran unas ansias locas de gritarles, de sacudirlas, de hacerlas reaccionar, para que salgan de ese sopor terrible en que se hallan sumidas. ¡Es tan triste ver cómo andan, dando palos de ciego, sin acertar con el camino!

—Cómo comprendo ese llanto de Jesús por Jerusalén, como fruto de su caridad perfecta…

Referencias a la Sagrada Escritura
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