Sal de la tierra. —Nuestro Señor dijo que sus discípulos —también tú y yo— son sal de la tierra: para inmunizar, para evitar la corrupción, para sazonar el mundo.
—Pero también añadió «quod si sal evanuerit...» —que si la sal pierde su sabor, será arrojada y pisoteada por las gentes...
—Ahora, frente a muchos sucesos que lamentamos, ¿te vas explicando lo que no te explicabas?