De modo semejante a como la Iglesia, a través del cuidado de la liturgia, nos hace intuir la belleza de los misterios de la Religión, y nos lleva a amarlos mejor, así debemos vivir —sin teatro— cierta corrección, aparentemente mundana, de respeto profundo —aun externo— hacia el Director, que nos comunica por su boca la Voluntad de Dios.