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Al gobernar, después de pensar en el bien común, es necesario contar con que —en el terreno espiritual y en el civil— difícilmente una norma puede no desagradar a algunos.

—¡Nunca llueve a gusto de todos!, reza la sabiduría popular. Pero eso, no lo dudes, no es defecto de la ley, sino rebeldía injustificada de la soberbia o del egoísmo de aquellos pocos.

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